Conversando con varias mujeres que hoy son madres aparece como un tema recurrente la culpa que experimentan hacia diferentes situaciones de su cotidianidad. Culpa por la falta de tiempo, culpa por no poder estar para sus hijos al 100%, ni las 24 horas del día. A veces porque trabajan demasiadas horas, otras veces por tener otras preocupaciones en mente. La cuestión es que el tiempo dedicado, el tiempo compartido, parece no ser nunca suficiente.
Ante este panorama, la posibilidad de pensar en tomarse un tiempo para sí mismas y ¿encima disfrutarlo?… Resulta una misión casi imposible.
Este tema resulta muy interesante porque, más allá de este ejemplo concreto, la cuestión de la culpa es algo que nos atraviesa como seres humanos y está presente, en mayor o menor medida, en los vínculos que vamos construyendo.
En su vertiente funcional podemos pensar que la culpa resulta un instrumento valioso en tanto se convierte en una especie de tutor de nuestro accionar, impidiendo que nos hagamos daño a nosotros mismo o que hagamos daño a otros. También puede actuar como señal ayudándonos a ver cuando es necesario implementar una acción y reparar un daño ya cometido.
Pero ¿qué sucede cuando la culpa deja de ser útil, cuando está donde no debiera estar, cuando se dispara ante cada decisión que tomamos, al punto de terminar condicionando nuestra forma de actuar, de pensar, de valorar-nos?
Culpa por decir que No, culpa por elegir pensando en el bien propio, por priorizarnos. Por lo que hacemos y por lo que dejamos de hacer.
Vivir con culpas es el resultado de vivir siempre pendientes del otro, al punto de desconectarnos de nuestros propios sentires y deseos. Es elegir siempre pensando en el impacto que nuestra decisión tendrá en los demás: cómo se lo van a tomar, si les va a afectar, etc.
Y si bien incluir al otro, tenerlo presente, negociar juntos y ser responsables de cómo nuestras acciones generaran efectos en las otras personas, forma parte de construir relaciones saludables. Es importante estar atentos a cuando la balanza se inclina demasiado hacia alguno de los extremos. Porque cuando se hace todo por y para el otro (sea este hijo, pareja, hermano, padre o amigo) se corre el riesgo de perderse a uno mismo y esto indefectiblemente terminará generando angustia, malestar, tristeza…incluso sensación de vacio.
Tenemos que aprender a escucharnos, descubrir qué necesitamos, qué deseamos y darnos lugar… Liberarnos de la culpa disfuncional y animarnos a ser un poco más generosos con nosotros mismos. Teniendo presente que además de madres, padres, hijos, hermanos, amigos… somos seres individuales con aspiraciones, gustos y necesidades propias, que necesitan ser satisfechos. Y para ello debemos poder reconocerlos, identificarlos y darles la importancia que se merecen.
Necesitamos aprender a ser seres completos. Crear espacios propios, hacer cosas que nos nutran, que nos enriquezcan.
Dedicarnos tiempo libre de culpas
Entendiendo que la calidad del tiempo brindado al resto va a venir de la mano de cuán nutridos y felices nos sintamos con nosotros mismos.
Necessary cookies are absolutely essential for the website to function properly. This category only includes cookies that ensures basic functionalities and security features of the website. These cookies do not store any personal information.
Any cookies that may not be particularly necessary for the website to function and is used specifically to collect user personal data via analytics, ads, other embedded contents are termed as non-necessary cookies. It is mandatory to procure user consent prior to running these cookies on your website.
Tema largo el de las culpas. Yo lo sufrí más con mis padres mayores. Tomé las decisiones correctas cuando comenzaron a depender de Mi??? Nunca me lo había cuestionado con mis hijas. Lindo artículo. Gracias.
Gracias a vos Marcela por tomarte el tiempo de compartir tu experiencia. Se trata de eso, de poder observarnos y cuestionarnos… pero no desde un lugar de críticos hacia nosotros mismos sino para darnos la oportunidad de, a partir de ahora, elegir hacer algo diferente, crear nuevos espacios o posicionarnos desde otro lugar. Te envio un cálido abrazo.